Translate

jueves, 21 de enero de 2021

La Milonga Heredia

 


Autor: Profesor Melone


Esta nueva entrada del blog parte del recuerdo de aquellas conversaciones de entre mesa de un día domingo cualquiera de nuestra infancia, en que los mas viejos, y sabios, evocaban recuerdos de jugadores de fútbol que vieron en su juventud.

Recuerdos de jugadas imposibles, de defensores rudos, mediocampistas virtuosos que no llegaron mas lejos vaya uno a saber porque, y de delanteros exquisitos que hoy podrían jugar en cualquier equipo.

En uno de estos domingos perdidos en el tiempo escuche hablar de un jugador al que le decían “milonguita Heredia”, jugador de Universitario, Belgrano, Rosario Central y que después dio el salto al Barcelona de Cruyff, en donde no solo jugo y buen, sino que fue ídolo, de la plata que gano la dilapido ayudando a sus amigos y de como estos desaparecieron cuando los tiempos no fueron buenos.


Juan Carlos Heredia, La Milonga, en la tapa de El Gráfico N° 1243 del 7 de mayo de 1943

Los viejos decían que era muy buen jugador, pero que su padre era mejor, Estamos hablando de Juan Carlos “La milonga” Heredia.

Milonga y Milonguita, padre e hijo


Hecha esta introducción vamos a intentar escribir una breve biografía de este jugador, al cual el paso del tiempo amenaza de borrar de la historia.

Nació en la ciudad de Córdoba, Argentina el día 28 de abril de 1922 y falleció el 21 de abril de 1987 a los 64 años de edad.

El primer cuadro en el que despunto el vicio por la de cuero fue “Independiente” (Club de barrio de la ciudad de Córdoba).

En 1934 ingreso a Talleres de Córdoba, donde comenzó su carrera en al 5ta división, en las inferiores de dicho equipo se desempeño como insider derecho (Mediocampista derecho), recién en 1939 jugando en la primera paso a jugar de wing derecho (Número 7).


Ese año fue una de las figuras del equipo que se consagro campeón invicto de la liga cordobesa.

En 1940 Rosario Central compro su pase por $10.000, ese año fue él de la consagración internacional, jugando en segunda división fue citado a la selección nacional para jugar un partido contra Uruguay por la 4ª edición de la Copa Héctor Rivadavia Gómez, partido jugado el 18/07/1940 que termino con la victoria 3 a 0 de la escuadra oriental.

En Rosario Central durante un partido contra Colegiales se lesiono la rodilla, por lo cual estuvo 8 meses sin jugar.

Rosario Central 1940. Parados: Humberto Coloccini, Pedro Aráiz, Ignacio Díaz, Justo Lescano, Armando Ríos, Alfredo Fógel; hincados: Juan Carlos Heredia (p), Francisco Rodríguez, Harry Hayes (h), Ricardo Cisterna, Aníbal Maffei.

En 1942 nuevamente fue citado por la selección nacional para disputar el campeonato sudamericano (17.ª edición) celebrado en Uruguay, torneo en el que disputaría 5 partidos, marcando un gol ante Perú (Argentina 3 – Perú 1), Argentina terminaría en la segunda posición por debajo del equipo anfitrión.

En 1943 paso a San Lorenzo de Almagro, equipo en el que jugo hasta 1944, al año siguiente volvió a su ciudad natal para jugar en el Club Universitario.


A nuestro modo de pensar existen tres teorías acerca del apodo “milonga”, más que todo si  tenemos en cuenta la época histórica en que jugo, un fútbol más bohemio lejos de la hiper profesionalización del presente.

Bien le pueden haber puesto “Milonga” por el amor a la noche y sus placeres, alcohol, las mujeres y el baile (Tango, milonga).

O bien podría ser que el mote de milonga (género musical similar al tango) se lo hayan puesto por ser un   jugador habilidoso que “bailaba a sus rivales”.

También podemos tomar la palabra milonga como sinónimo de “engaño, mentira, embuste, patraña” y nos da la idea que a puro amague lograba engañar a los defensores rivales.

Existe la posibilidad de una tercera opción, como nombramos mas arriba, relacionada con el contexto de su época, bien podría ser milonga por una mezcla de ambas ideas desarrolladas, teniendo en cuenta lo que se cuenta sobre un jugador contemporáneo a la milonga, nos referimos al “Charro Moreno” de quien se decía que después de salir de farra la noche previa al partido, sin dormir almorzaba los ravioles de la madre y después en la cancha se comía crudo a los rivales. Bien podría esto tener que ver con el apodo.

En una revista partidaria del Club San Lorenzo (El Ciclón N°8 de 1943) como un wing derecho clásico, con desborde y velocidad por la franja de cal, con la capacidad de poner la pelota a la carrera en la línea del área chica para que los delanteros tengan que empujarla al arco, de hecho, en Universitario estaba la frase: “Centro de Heredia gol de Tanquia”.

 

Anécdota contada por el hijo de Andrés Kasparian (Jorge Kasparian) en su muro de Facebook

 

Cinco Chicos

 

 “…Yo hacía ya un tiempo que había pasado de Peñarol a Talleres, era un pendejo con toda la polenta encima, estaba diez puntos físicamente y jugaba fuerte y para que te voy a mentir, iba camino a ser un criminal; sabía que el domingo jugábamos contra La “U”, yo ya me había asentado como titular, el Gordo Butori, que para mí fue el más grande de todos los técnicos que tuve, me agarró antes de salir a la cancha y me dijo: Andrés, lo tenes que marcar a la Milonga Heredia, esta grande, es mañoso, se las sabe todas, no te confíes que es un crack; me estaba hablando de La Milonga Padre, el hijo fue otro crack, para nosotros fue la Milonguita…”

Yo lo miraba, siempre lo miraba, como cuando íbamos juntos a la cancha.

“…Empezó el partido y yo no lo perdía de vista, lo encimaba, no le dejaba agarrar la pelota, no lo dejaba girar, La Milonga era inteligentísimo, recibía de espalda y tocaba y amagaba que salía para un lado y se iba para el otro: pasaron 15 o 20 minutos y yo tenía todo controlado, hasta que en una jugada, me encaró con pelota dominada, amagó para un lado, pasé de largo y salió con una elegancia tremenda para el otro costado; en la jugada siguiente, paró la pelota, la dejo al medio, entre nosotros dos, amagaba y amagaba, movía las piernas, quebraba la cintura y en cuanto respiré, tremendo caño me hizo”.

Lo seguía mirando y pensaba el baile que se tiene que haber comido, pero no lo decía nada.

“…pasó un rato, el Manco Pérez hizo un cambio de frente, me adelante a la jugada y en el momento que La Milonga estaba por recibir, de espaldas, me tiré con los dos pies para adelante, se dio cuenta, salto y le pase por abajo, arrancando el pasto, pasé la línea de cal, casi caigo en el pozo del banco de suplentes; me levanté, lo miré de costado, se hizo el oso…”

Me cruce de brazos esperando lo peor, cada vez que alguien me presentaba en un grupo de veteranos futboleros en algún bar, ¿me decían “…vos sos hijo del Andrés?, pasaba la pelota, pero no el hombre; Rusito, deci que no había condena por crímenes adentro de la cancha, sino a tu viejo le daban perpetua…” y arrancaba un coro de carcajadas y abrazos.

“…volvió a recibir la pelota y en cuanto giró, fui con toda la furia y rechacé la pelota antes que la tocara, decí que justo sacó el pie, sino volaba a la tribuna también,”

Me imagino que en la jugada siguiente termino en la Guardia del Clínicas, le dije

“…no Ruso, no hubo siguiente, era un viejo tan noble y tan vivo, que se acercó y me dijo: Andrés, no me pegues, que tengo cinco chicos para alimentar…”

¿Y vos que hiciste?, le pregunté

“…Nada Ruso, yo era un criminal, pero con códigos, no lo pegue una sola patada, la Milonga era un caballero, se comportó como un señor, pasamos una tarde tranquila los dos, era un crack y encima daba gusto verlos jugar, La U tenía un equipazo…”

 

El gran escritor cordobés Daniel Salzano le supo dedicar unas palabras que a continuación trascribimos

 

“Heredia

¿Cuál Heredia? ¿El que jugó en el Barcelona? No, el que jugó en la U.

 Heredia Juan Carlos, alias la Milonga, un wing araña que jugaba por los palos, más cerca del amor de la gente que de la atracción del arco.

 ¡Ah, los wines!, petisos vertiginosos que con un solo amague y una gambeta podían herir a toda una nación.

La Milonga era un futbolista por todos los poros; incluso, cuando –después de haber colgado los botines– lo veías caminar por ahí en mangas de camisa… si se daba vuelta, esperabas ver su nombre y su número cosidos en su espalda.

Ojos chiquitos, liviano como la luz, escoliosis perceptible a simple vista y unas vanitas en la nariz que, cuando estaba pasado de alcoholes, se le ponían candentes como una lamparita de 100 vatios.

En el dialecto de la hinchada no era un jugador, sino una anguila de la talla cero, un avioncito, un ñandú-niño, un delantero que se deslizaba por la raya de cal como una boa y que a la hora de los bifes pensaba como una persona.

Abreviando: tenía un buen cerebro futbolístico… Era fácil ser hincha de la U cuando jugaba la Milonga.

Cuando ya estaba en menos diez, y por cualquier golpe lo sacaban en camilla, comenzaron a sugerirle la posibilidad de chupar banco.

Fue como pedirle a Clint Eastwood que cambiara la pólvora por cebita: “Yo no tengo madera de suplente”.

Los arqueros, los mejores, solían dar parte de enfermo cada vez que tenían que jugar contra Heredia.

Y no porque la Milonga fuera una máquina de embocar, sino porque sus goles eran una humillante mezcla de malicia y trigonometría.

Quiero decir que la pelota, antes de entrar, parecía, a lo Hitchcock, suspendida en el aire. La Milonga no pateaba los penales, los guiaba.

Retrocedía cuatro pasos y colocaba la pelota en el ángulo inferior a dos centímetros del poste. Todos conocían su fórmula, pero nadie era capaz de neutralizarla.

Era menudito y juntando sus dos canillas, no hubieran alcanzado para formar un tobillo de verdad. Y, además, nunca fue joven.

Desde que comenzó a jugar por los puntos se enroló en la fila de los clásicos: perfil bajo, medias caídas y, polis palas, dos cachetadas delante del espejo para dejar el pelo planchado, para atrás.

A ver, si me explico mejor: Heredia era de los que firmaba los autógrafos con lápiz.

Si era o no era verdad que, como a Moisés, lo habían rescatado de bebé de las orillas del Suquía, es una leyenda que a nadie le interesa rectificar.

En cambio, lo de su infancia dura, difícil y cargada de sobresaltos, lo corroboran los relatos de su hijo, otro Heredia bendecido por el don de la gambeta.

A los sobrenombres los inventa la gente, la tribuna. Y si son justos, jamás desaparecen. Le decías Milonga y te miraba. Le decías maestro y pasaba de largo.

Así trabajan con la fama los hombres que han aprendido a nadar sin conocer el agua. A veces, sobrado de alcohol, entraba a la cancha y levitaba como un fraile inmerso en sus ejercicios espirituales.

Pero de repente la Milonga cazaba una pelota y el fraile se convertía en Satanás, una para acá, otra para allá, paradina, hamaquinha y la pelota repulsada por aquel renacuajo cabezón cuyos suspensores rebalsaba como la crema de un merengue, trazaba un croquis del encanto…

Un caño de la Milonga tenía más metafísica que toda la metafísica. Así decía Walt Whitman”.

Varias preguntas sin repuesta posible nos deja lo poco que conocemos de la Milonga Heredia: 

 ¿Cuál es la verdad de su apodo?

¿Jugaba mejor que su hijo?

¿A cuántos habrá bailado la milonga?

¿A cuántos habrá sacado goleadores?

¿Por qué después de jugar dos años en San Lorenzo decidió volverse a Córdoba?

¿Hasta qué edad jugo?

¿Cuántas milongas se llevo al olvido el paso del tiempo?

 

Dedicamos estas líneas a todos nuestros padres, abuelos y bisabuelos que hoy no están y que en vida tuvieron el privilegio de ver otro fútbol, mas noble, mas sano, sin tanto negocio turbio por detrás, un juego por amor a la camiseta, a los colores, al barrio, a los amigos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El Diario de la Copa América 2024 - Día 11 - Domingo 30 de Junio del 2024

  Alineaciones Suplentes Estadísticas ________________________________ Alineaciones Suplentes Estadísticas