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sábado, 19 de agosto de 2023

Amistoso Internacional - Argentina 2 Vs. Perú 1 - 19 de Marzo de 1978

 

En la previa del mundial de 1978, jugado en nuestro país, la selección argentina jugo una serie de partidos amistosos ante otros seleccionados nacionales como entrenamiento para lo que vendría durante la copa del mundo.

El primer amistoso de esta serie fue ante el seleccionado de Perú, en un encuentro jugado en la “mítica” Bombonera, la Argentina se impondría por 2 a 1 ante los incaicos.

A continuación, compartimos el resumen del encuentro escrito por Juvenal para la revista El Gráfico. 


Aunque persisten las dudas en el fondo, Argentina nos dejo frente a Peru, dos razones para el optimismo: Ritmo y poder ofensivo

Argentina llegó a jugar muy buen primer tiempo frente a Perú, con 20 minutos de presión intensa en la que ahogó totalmente al equipo visitante contra su área penal.


José Daniel Valencia se jugó frecuentemente la maniobra individual, encarando y pasando. A veces se excedió en la gambeta, pero su producción fue importante. Aquí se ve entre Velázquez y Mosquera.


Sin embargo, pese a la cantidad y calidad de maniobras ofensivas elaboradas en ese lapso, obligando al arquero Quiroga a salvar varios goles hechos, el conjunto de Menotti volvió a padecer problemas de desequilibrio cuando perdía la pelota y venía el contraataque rival.

En la etapa complementaria se mejoró en ese aspecto. Hubo menos campo abierto a espaldas de los volantes argentinos, se achicó mejor el terreno cuando la pelota pasaba a poder de Perú, sincronizaron mejor los defensores centrales para tapar la última puntada de la pared que intentaban Cubillas y Percy Rojas, pero ya no hubo tanta presión ofensiva como en la primera parte.

El saldo arroja un rendimiento en superación respecto a las últimas actuaciones, sobre todo en dinámica colectiva y en aporte individual. Pero no podemos afirmar que el equipo YA ESTA. Todavía quedan baldosas flojas por reparar, detalles por cubrir, deficiencias que deben analizarse y mejorarse. Lo que luce, por ahora, sigue siendo más que lo que realmente pesa. El manejo, el toque, la capacidad de improvisación del jugador argentino aflora a cada instante en casi todos los integrantes del equipo, la solidez colectiva, la personalidad, la continuidad para mantener siempre vigente la superioridad en el juego o en la lucha, siguen sin aparecer.

El cuadro argentino tiene momentos. Algunos, según se vio en los 45 minutos iniciales. como para entusiasmar a las tribunas y entusiasmar al crítico. Y con un nivel de permanencia (20. 25 minutos) poco común para nuestro medio.

Pero esos momentos no se proyectan a la totalidad del partido. Futbolísticamente, Argentina dominó a Perú. Psicológica mente no completó ese dominio porque siempre le otorgó tiempo, espacio y posibilidad para reaccionar.

Por eso, en un encuentro cuya manija le perteneció en 70 de los 90 minutos, admitió un gol de Perú sobre la hora y antes había admitido llegadas muy peligrosas hasta el arco de Fillol. sobre todo, en el período inicial.

En el aspecto ofensivo. Argentina aceleró el pasaje de esos treinta metros que van desde su línea de medios hasta las puertas del área penal adversaria. Eso le permitió llegar con más acierto y contundencia al remate final. Tanto que el argentino Ramón Quiroga, ocupante de la valla peruana, fue exigido de continuo y por momentos reventado a pelotazos, especialmente por Passarella, quien no dejó de cabecear un solo córner en el área visitante.

Los mejores intentos se gestaron sobre el flanco izquierdo, con Ortiz inspirado, encarando y llegando a la raya de fondo para sacar el centro, y con Valencia más agresivo, menos dedicado a lujos, más propenso a cambios de frente, aunque a veces haya insistido en la maniobra personal complicando situaciones que pudo resolver con un simple toque de balón.

Ardiles, también de gran producción, dinámica y sostenida. se volcó con frecuencia hacia ese sector, donde tan sólo faltó un aporte más claro y criterioso de Luque.

La subida de Passarella fue, asimismo un factor positivo en ese flanco del cuadro nacional, porque cuando Passarella se proyecta lo hace con la idea del gol metida entre ceja y ceja.

En la lucha por la recuperación de la pelota hubo más prodigalidad, menos distracción que la habitual en el fútbol argentino. Houseman y Ortiz se brindaron colaborando en ese aspecto. y aunque Valencia no termina de aprender que marcando atrás no se consigue nada, también el volante más ofensivo del equipo participó en la marca sin quedarse parado y mirando cuando le llevaban el balón.

Cuando se intentó hacer fútbol a presión, crecieron las menudas figuras de Ardiles y Gallego, anulando toda posibilidad de salida al cuadro peruano.

El caso de Ardiles demuestra que no se necesita un gladiador para disputar, trabar y ganar balones en la tierra de nadie. Lo importante es tener generosidad, intuición y espíritu de equipo, tres atributos que sobran en el mediocampista de Huracán.

Gallego es más fervoroso, pero a veces se regala en sus salidas cuando el ataque rival lo toma 2 contra 1. Lo más significativo dentro de la superación argentina fue, sin ninguna duda, la cantidad de situaciones de gol provocadas ante el arco de Quiroga, a quien le contamos no menos de siete grandes contenciones ante pelotas que iban adentro.

Quedan, además, dos excelentes goles, gestado uno por Ortiz y magníficamente rematado por Houseman de cabeza. Provocado el otro por el adelantamiento de Pagnanini —lo mejor del fondo argentino—, y su espectacular remate de zurda.

Las dudas

También en este capítulo iremos de adelante hacia atrás, como corresponde al espíritu ofensivo que mostró el cuadro de Menotti. Arriba no nos convenció para nada el estatismo y el personalismo de Luque. Lo conocemos mejor jugador sin la pelota, capaz de mostrarse al compañero que viene y no de esconderse en la espesura de la defensa contraria como esta vez. Lo sabemos en condiciones de devolver una pared y no de querer comérsela sin compartirla con nadie, como lo vimos el domingo.




Cuando, ingresó Rafael Humberto Bravo por Luque, mejoró mucho el rendimiento de Valencia, quien tuvo con quien dialogar. Incluso Bravo le facilitó el trabajo a Houseman, al mostrarse para recibirla o para hacerle cortina. Cuando Larrosa reemplazó a Ardiles, lesionado, y Bravo entró por Luque, quedaron establecidas las condiciones para una comunicación más fluida y más veloz en las maniobras de ataque. Pero ya Argentina había bajado su régimen de revoluciones.

Salvo cuatro o cinco jugadas —un cabezazo estupendo de Bravo que Quiroga sacó estupendamente al corner, dos llegadas a fondo de Ortiz, el gol de Pagnanini, un remate muy bueno de Houseman—, nuestra selección dejó de controlar la manija ofensiva del partido.


El cabezazo de Houseman, de pique al suelo, pasó junto a Chumpitaz y Leguía. Cuando Quiroga intento reaccionar, la pelota está por picar en tierra.


Ya no se marcaba a presión la salida del fondo peruano ni el pasaje del medio campo. Perú ya tenía más facilidades para salir, subir y llegar. Pero los mayores desequilibrios de funcionamiento se observaron en la defensa cuando Perú intentó sus tímidos contraataques del primer tiempo. Siempre hubo espacios aprovechables a espaldas de Bottaniz y Passarella. Siempre ofrecimos posibilidad de sorprendernos en esa zona. 

Así llegaron el penal de Passarella a Cubillas que Fillol salvó muy bien, un gol perdido por Mosquera solo ante Fillol; y una gran tapada del arquero argentino frente a Percy Rojas.




Bottaniz no alcanzó a conformar un buen desempeño individual y se equivocó frecuentemente cuando sus compañeros salían para provocar el offside de los contrarios y él se quedaba habilitando a todos. Pero también debe computarse como falla de sincronización el hecho de que nunca lo cruzaron por detrás de su posición cuando los peruanos metían el pelotazo a sus espaldas. Y en este aspecto nos sigue dejando dudas la gestión defensiva de Passarella, un jugador ideal cuando se va al ataque, pero un jugador tácticamente deficitario cuando debe defender espacios sin entrar en contacto corporal con el contrario.




Lo positivo. Especialmente en la faz espiritual. Cuando Quiroga le sacó el penal a Passarella, pudo venirse abajo la dinámica agresiva y pujante que venía mostrando la Selección hasta ese momento. Sin embargo, no fue así. Al contrario: se redobló la dosis de vigor, de insistencia y de combatividad atacante.

Aceptamos que la imagen global de los 90 minutos ofrece motivos para la duda crítica y la preocupación. No obstante, esos reparos. la producción fue generosa.

La llegada fue frecuente y las reacciones favorables de la tribuna fueron casi unánimes. Más allá del resultado, el equipo intentó jugar atacando y lo consiguió, aunque deba aceptarse que Perú no tuvo la consistencia y la jerarquía de los brasileños, que eran los rivales inicialmente elegidos para tomarle este examen a la selección argentina.


Sintesis del Partido



 Fuente: Revista El Gráfico N° 3050 - 21 de Marzo de 1978


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